30 abr 2006

La despedida

No es que no quiera contar el final. Ni que acaso sufro en silencio. Ni mucho menos, que las lágrimas me impidan ver el teclado.
No hubo final. Estoy feliz. No lloro.
Nos despedimos, sí. En una ciudad extraña para mí, familiar para él. Nos despedimos como es debido, con ternura, con sexo, con café, con terminal de micros y equipaje y todo eso.
Ahora yo estoy en casa, y él en otra ciudad, extraña para él también.
Dijimos: “La próxima vez, será allá”
Y no sabemos cuándo será la próxima vez, pero sí que los dos queremos muchas próximas veces.

Suficiente para mí.

29 abr 2006

Such a perfect day

Tal vez la perfección no esté en las cosas, sino en la manera de percibirlas. Han de haber muchos momentos así, pero no siempre está uno con el ánimo de darse cuenta y disfrutarlo.
Estar de vacaciones ayuda.
Estar en una ciudad desconocida, también.
La novedad abre los ojos y despierta los sentidos, multiplica la intensidad de los estímulos.
Como sea: de vacaciones, recorriendo una ciudad por primera vez, sintiéndome feliz, plena, en paz conmigo misma y con el mundo. Sin nostalgias, sin angustias, sin planes, con deseos. Bien, muy bien.
Y el día: ni frío, ni calor, ni viento; más o menos las 5 de la tarde. El lugar: un enorme parque, grande como media ciudad. Arbolado, bello, en el esplendor del otoño cuando las hojas todavía no han caído, pero ya cambiaron de color: amarillean los fresnos y los álamos, los acer enrojecen, se amarronan los tilos, los cedros y pinos y abetos oscurecen sus verdes. Ni una nube en el cielo. A lo lejos, desvanecidas por la bruma, las montañas hacen marco, contienen, ponen horizonte hacia lo alto.
Los árboles se tragan los ruidos, la ciudad desaparece de la vista, del oído, de la memoria.
Un lago, un remero entrenando silenciosamente, una mujer practicando kung fu bajo las ramas de un cedro, voces aisladas, parejas abrazadas, besos al sol. Y el sol. Y el aire tibio y quieto. Y el ruido del agua en las acequias.
Camino durante horas, sin cansancio, casi sin pensamientos. Una larguísima avenida flanqueada por álamos, caminitos sombríos bajo enormes plátanos, senderos soleados junto al agua. Gozo cada segundo, cada escenario.
De pronto, como a unos cien metros, en el centro de un claro donde confluyen senderos, una inmensa, altísima fuente de bronce, con todos sus surtidores funcionando, majestuosa, bella, destellando a contraluz del sol de la tarde con indescriptibles brillos.
Camino hacia ella, fascinada. Y sin motivo aparente, mi mirada se desvía hacia el cartel que indica el nombre del sendero por el que voy: “Camino del medio”.
Fue tan mágico que no podía creerlo.
A partir de allí, emprendí el regreso. No es que yo crea en cosas como el destino, pero francamente... El tejido de la vida a veces parece más bien un exquisito bordado.

16 abr 2006

Horrible coincidencia

Hace algunas noches estuve viendo una serie inglesa que pasan en People & Arts que se llama "Spookes" (en español la han titulado "Doble identidad"). Está deplorablemente doblada al castellano, por lo que la trama, algo confusa, resulta medio incomprensible ya que los díalogos están completamente desfigurados por la aberración.
Además, los personajes principales son agentes del MI5, el servicio secreto inglés que se ocupa de la inteligencia antiterrorista. O sea, que quede claro que no la estoy recomendando, y que esa noche estaba algo masoquista o estúpida para haberme puesto a ver eso.

No importa; el asunto es que la ficción de ese capítulo trataba sobre un grupo terrorista que ponía bombas en lugares muy concurridos por público, en USA y en Londres, tratando de causar la mayor cantidad de víctimas posible. Hasta ahí, nada original. Todos los terroristas se parecen.

Pero la supuesta ideología de este grupo, que en la serie es llamado "Sendero del día", consiste en considerar a la especie humana como tan grave e irremediablemente dañina para la Tierra y las demás especies que la habitan, que puede ser equiparada a una masiva y global plaga. Y como tal, merecería ser exterminada, tarea a la que este grupo de amorosos y bienintencionados se aboca desinteresada y explosivamente.


!Ahora resulta que un par de ideas que se me ocurrieron a mí solita, en alguna tarde o noche en que estaba más enojada y escéptica que lo habitual, y que para colmo publiqué en mi blog bajo el título "Plaga", me deben estar haciendo figurar en la lista de sospechosos de algún servicio de "inteligencia"!


Me siento miserable.

9 abr 2006

Y ya descubrí cómo hacerlo

Lo escribí esta tarde, y al rato comprendí que esa era la forma, ese era el modo de soltarnos: no arrancar una promesa, no arrancar nada, no quedarse con nada. Lo único que necesito es que se entregue, para dejarlo ir.
Él calla, esconde, reserva, porque cree que así se protege y me protege. Guarda todo lo que siente dentro de sí, y sólo de vez en cuando, con las defensas inadvertidamente bajas, algo se escapa. No quiere hablar, porque cree que las palabras obligan, remueven, duelen: “No es lo mismo hablar que no hablar”
No quiere escucharse decir lo que desea, lo que siente, lo que sueña. Inventa sueños para mí, me planifica futuros cerca de él, pero sin él. Me dice dónde puedo ser feliz. Dibuja detalles. No contesta cuando pregunto si él estará en esos paisajes. Pero me propone lo mejor, lo que más ama, lo que querría para sí mismo.
No puedo dejar de reconocer cuánto amor hay en sus palabras, pero quiero escuchar las que no dice, las que se guarda, las que más importan. Quiero escucharlas, antes de la próxima despedida. Sólo así podremos separarnos en paz.

Aprendizaje

Hemos atravesado la penúltima despedida. Ha sido bella, ha sido tierna, ha sido apasionada, ha sido apenas levemente dolorosa...
Todo el dolor queda para la última, entonces. O no, tal vez simplemente pueda encontrar la forma de soltarte, de dejarte ir. De abrir las manos y no quedar vacía.
Poco más de una semana, para aprender a hacer eso...
¿Habrá cursos acelerados?