28 ago 2006

Sueño amarillo


Así estaba la última vez que estuve allí, en junio. Ahora, va a estar distinto.
Vacaciones, demoradas vacaciones, largamente deseadas vacaciones. Al final, espero, estará él. Tendremos apenas unas horas, pero valdrá la pena, como siempre, como cada minuto que pasamos juntos.
Y cuando vuelva, yo estaré distinta. Más cerca de lo que quiero, más clara, más segura.
Todo viaje es iniciático, y éste, más que otros.

23 ago 2006

No me nombres


No me nombres, no digas nada.
Permanece así, callado.
No digas ningún otro nombre.
Espera.
Deja que el tiempo pase y borronee.
Prueba otras cosas,
otros sabores,
otros olores
y otras tibiezas.
Vuelve a saber lo que es
la ausencia de todo lo que deseaste.
Vuelve a probar
lo vulgar y lo simple,
vuelve a recordar
lo exquisito, lo único,
lo irrepetible.
Vuelve a buscar, vanamente,
lo que ya habías encontrado.
Vuelve a extrañar
lo que creíste olvidado.
Vuelve a mirar sin piedad
dentro de tu profundo deseo.
Vuelve a sentir
que pudo ser aún mejor.
Vuelve a pensar
que no se había agotado.
Entonces,
vuelve a mí.

21 ago 2006

Diurno

Melancólica espera,
difuso aire de la mañana,
preguntas...
Fresca y limpia,
con todo recién puesto,
se anima a salir y camina
corre,
se abre paso.
No hay cenizas volando en el aire
ni pálidas amenazas
ni miedos.
Claro,
todo es claro.
Por primera vez todo es claro y parece ajustarse,
como un guante,
como una pieza perfecta,
como una nota bien tocada.
La música, la máquina, el guante,
juntos en la mañana
al sol.
haciendo su obra.

18 ago 2006

Mala noche

Algunas veces creo que ya pasó. Que te voy olvidando, que no me importás. Y es cierto, algunas veces.
Pero otras veces, como esta noche, dolés como una úlcera.
Un hueco, un espacio vacío que nadie puede ocupar todavía. No hay consuelo posible, ni artimaña que engañe a la memoria. Vos no estás, no hay más vos, y a pesar de mi enojo por estar así de triste, termino llorando desconsoladamente mientras trato de ver las teclas para escribir algo, no sé...
Algo que conjure la pena, el narcisismo herido, la soledad que sobrevino, este desgano inoportuno.
En fin.
Mañana será distinto. No tendré lo que quiero, pero sí lo que necesito. Habrá pasado un día más, y estaré un día más cerca del olvido. Así es como decanta el recuerdo, con ciertas agitaciones inoportunas pero inevitables que cada tanto enturbian las aguas.

Nada que no tenga remedio.

15 ago 2006

Placeres



Si adicción al exceso,
si desmesura,
si extrema devoción por lo magnífico,
si rechazo
por lo que acota y lima las aristas...
Se sabe que el infierno es el castigo
para los adeptos de tan paganos vicios.

No importa, no importa,
no merece la amenaza
ninguna capitulación,
ninguna entrega.
En el fondo,
en el frente,
en todas partes,
en todo momento
y en cada circunstancia
se vive así,
pidiendo siempre mucho,
exigiendo la porción más grande,
no dejando ni las migas.

Y se paga
el precio que se pida
el que haya que pagar, no importa cuánto:
siempre será menor
que el más pequeño
de los placeres degustados.
Al final, lo único que queda
es lo que pasó y fue
y nos hizo.

Al final,
la resaca de la vida

es la única prueba de la fiesta.

5 ago 2006

La calle



“La calle” es un concepto claro: la nombro, y todos saben de qué estoy hablando.
¿Todos saben de qué estoy hablando? ¿Representa lo mismo para todos?

La calle, para el que maneja un auto, es un espacio abierto hacia delante más o menos ocupado por obstáculos fijos y móviles, que es aconsejable evitar, esquivar, rodear. Es un camino, una ruta, un trazado punto a punto. El tránsito demanda atención, y el paisaje alrededor del vehículo queda difuso, con algunas puntuaciones más nítidas que corresponden a las paradas en semáforos.
Para el que viaja en un colectivo, la calle es una película desplegada de derecha a izquierda, o de izquierda a derecha. Es lateral, discontinua, se abre hacia las vistas de las transversales, se jalona de hitos (las paradas), y es más una travesía que un camino.
Para el que espera en la calle, es el escenario de la incertidumbre.
Para el que camina, la calle es el suelo que pisa, la gente alrededor, los sonidos, las vidrieras de los negocios, su propio reflejo, los olores, los colores, el sol y la sombra, el frío, el calor, el viento. La calle equivale al contacto con la naturaleza para los que viven en ciudades.
Para el que la mira desde una ventana, en lo alto, es un plano donde acaba la vista, donde se deslizan vehículos, donde se mueven muñequitos sin rostro. Una especie de esquema de juego bidimensional, distante e indistintamente ruidoso.
Para el que viaja en subte, es un techo invisible.
Para el que marcha en una manifestación, es un marco donde mostrarse junto con otros y obligar al resto de la ciudad a mirarlo. Un espacio donde expresar enojo, reclamo, alegría, apoyo, dolor, afirmar derechos, reivindicar pasiones. Un lugar para medir influencias, mostrar fuerza, empujar resultados.
Para el que trabaja en la calle - vendiendo algo, por ejemplo - es un territorio a ocupar y defender, un espacio propio en medio del espacio de nadie, o de todos. Un pequeño retazo de algo que intenta afirmarse, hacerse notar, tener identidad propia para poder vender lo que ofrece ante la indiferencia de la marea que pasa.
Para el que vive en la calle, es un país usurpado de día por los otros. Una tierra ocupada por extraños, donde deambula mimetizándose poco o mucho con ellos a la espera de la oscuridad. Entonces, se transforma en una casa hostil y abierta, donde aún es posible hallar refugio, descanso, compañía. Tan precaria de noche como de día, pero menos ajena.
Digo “la calle”, y un aluvión de significados se precipita.

3 ago 2006

Destino



¿Qué pálida estrella te esperará,
qué pequeña ninfa asustada
correrá a tu encuentro,
qué atribulada rutina
sin sorpresas, sin desafío
encerrará tus días
cuando decidas que el tiempo ha llegado?

¿Cómo recordarás lo vivido,
la improbable transgresión,
el fuego
que el tiempo apagó?

¿Qué historias soñarás
cuando te retires
a vivir tu destino prefijado,
ese que mansamente me contaste
cuando estábamos juntos?

¿Te preguntarás alguna vez
si hay otro vuelo,
otra historia posible,
otro salto
que nunca te atreviste a imaginar
porque para ese
no hay paracaídas?

No lo harás, yo sé que no lo harás.
En tu vida
el tiempo de elegir va terminando.
Se angostan las opciones,
se cierran, se cancelan.

Llegarás lejos,
y nunca sabrás
si elegiste el camino más largo.