31 may 2008

Posibilidad


Pero cierto exceso me es esencial, no me puedo convertir en la que no soy. No otra vez. ¿Por qué abandonar toda exuberancia, por qué negarla, por qué verla como mi lado malo? ¿Por qué obligarme a confinarla en un rincón para que al final se desborde por donde no debe y me haga daño? He buscado tanto...Tan mal, es cierto, pero tanto: un cauce, un trayecto más que un destino. Sería imperdonable volver a la noria, quedar encerrada en mis fantasmas. Me debo eso, el permiso libre, el paso ligero, la carga olvidada en algún punto detrás de mí y abandonada. El lastre vaciado. Y yo lista para partir a cualquier parte, donde el viento me lleve, donde yo lo quiera. Necesito saberme capaz de renacer una vez más, con las heridas curadas, ya sin tanto dolor, con tu amor en mi piel y lista para lo mejor, para lo peor también, lista para todo de nuevo. Sin cansancio, sin renunciar a nada, aunque sepa que siempre caminamos solos y que se trata de desiertos y espejismos: al fin y al cabo, esto es todo lo que tenemos, no vale la pena la amargura, ni pedirle a la existencia que se justifique a sí misma, ni al universo que tenga sentido. Un accidente de la naturaleza, como toda biología, sí, pero conscientes. Y sin límite, como el abismo que entrevemos. A pesar de nuestra miseria, de la insignificancia del graffiti cósmico, de la nada que somos. No puedo saber si al refundarme no creo sentido, y en todo caso, la muerte sigue siendo una probabilidad estadística.

23 may 2008

Pregunto


¿Y por qué entonces esta sensación de estar siendo domesticada, de entregar las banderas, de perderme a mí misma? ¿Por qué amarte sería algo así, como un abandono de toda batalla?

Una entrega, una derrota, un olvido de ideales, una pérdida.

Pero si nos hemos encontrado, si estamos juntos solamente por elección y decisión, ¿por qué?

No lo entiendo, no me entiendo.

Amo tu contacto, tu presencia. Amo tu ausencia. Amo extrañarte y que me extrañes.

Amo los libros que leemos juntos, las mañanas en el jardín, las bellas noches en que cocino para los dos y tomamos vino mientras dejamos que nuestras voces nos acaricien como preludio de las otras caricias, amo todas esas pequeñas cosas que hemos inventado para hacer único el tiempo que compartimos.

Amo tu ternura, tan masculina, tan prudente, tan cuidada.

Amo la manera como mi exuberancia te divierte.

Amo tu forma de apoyarme sin invadirme.

¿Por qué? ¿Por qué entonces, por qué?