10 abr 2010

Break point

Algunas veces me pregunto durante cuánto tiempo más seré capaz de sostener la impostura. Esa chapa simbólica que hace años que no lustro, que más bien dejo que vaya quedando escondida entre las hojas de alguna planta, parece ser un sustituto de identidad con una tenacidad sorprendente.

¿Qué pasaría si…?

Mamá hubiera querido que esa chapa brillara, que me hiciera ilustre y famosa. No atinó a decir respetada. Porque lo que importa en esto es ser respetada, mamá. La fama es para las modelos, los jugadores de fútbol, los que necesitan de la aprobación ajena para creer que son.

Ahora solamente soy una impostora con derecho de usar la chapa, sin vocación ni ganas.
Culpa, tampoco.

El día de descolgarla se acerca. Será un alivio. Quedará abandonada en el fondo de un cajón, juntando polvo de olvido, hasta que algún otro la tire cuando yo ya no esté.


¿Cuántas veces se puede recomenzar? ¿Y renacer? 

No sé, pero esto ha durado demasiado.

4 abr 2010

Nueve años


Acaso un fragmento… un tibio fragmento perdido, sin dueño, sin origen. Una gota roja y anónima. Un vuelo. Un trino en la tarde. Un cielo gris. Una hoja quieta.
Un silencio mínimo y misterioso.

La melancolía de las horas vacías. El recuerdo: la mano, la piel, la voz. El alma buena.
Un fruto negro y amargo. La sal que cura. La sal de las heridas.

Y él abajo, siempre, polvo al polvo, raíz, semilla.
Él cansado, ido, sin paz, derrotado.
El terrón deshecho, la ceniza fría, la sombra del olivo.
Ninguna esperanza, ningún anhelo. Lo que terminó, y lo que nunca se termina, lo que quedó en pie, lo que van derribando los vientos y los días.
La ruina que el tiempo perdona.

Un lugar en el mundo, ese lugar, para siempre.