3 oct 2005

Realmente, quisiera entender

A ver:
Me gustaría entender por qué muchos hombres después de cierta edad, digamos 40, por poner un límite, no logran zafar del estereotipo. Por qué están así, como cansados, como vencidos. Como de vuelta de ninguna parte sin haber llegado a ningún lado.
Las mujeres maduras suelen tener una vitalidad envidiable. Se ríen, disfrutan, tiran prejuicios por la borda, hacen proyectos, aprenden cosas nuevas. Cambian sus vidas, incluso, si las apuran apenas un poco.
Hacen nuevas amigas, se reúnen, se cuentan, se ayudan, se apoyan, se contienen. Se estimulan para cambiar, para ser valientes, para aguantar los sacudones.
Se quedan dormidas en los sillones esperando que sus hijos adolescentes terminen de usar la computadora, sacan cuentas de correo secretas para que nadie en sus casas le lea sus mails, se producen para estar divinas y lo están. Lejos del modelo de sus madres, cada vez se parecen más a sus hijas, y no físicamente. Crecen.
¿Por qué los hombres maduros hablan todo el tiempo del pasado, hasta parecer una caricatura, un personaje del túnel del tiempo? ¿Por qué viven como de prestado, como si este mundo ya no fuera el suyo, como si hubieran estado en una cápsula aislados y de golpe se encontraran que todo cambió mientras ellos no estaban, y ahora no entienden nada?
¿Por qué se parecen a sus propios padres e incluso repiten calcados sus errores como si no hubieran sido víctimas inocentes de las mismas burradas que hacen y dicen ahora?
¿Por qué se acuerdan de lo que hacían, y no de lo que sentían cuando eran jóvenes y hacían todo eso?
Los hombres no crecen: se quedan inmaduros hasta que se ponen seniles.