Improbabilidad
Era inimaginable, de tan improbable. Que el mundo de él, estructurado, pautado, rígido hasta la exasperación, tuviera alguna grieta bastante grande como para dejarla entrar a ella. O como para salir a encontrarla.
Era absurdo, de tan improbable. Que el mundo de ella, plástico, flexible, contradictorio, rebelde, aceptara esa dureza que repentinamente se le acercó poniendo límites perfectos donde ella sólo proponía difusas zonas desdibujadas por las palabras ambiguas.
Era fantástico, de tan improbable. Que la habilidad de ella fuera derrotada en su propio terreno y que él encontrara tan fácilmente las palabras justas para desnudar falacias y neutralizar evasivas.
Era absurdo, de tan improbable. Que el mundo de ella, plástico, flexible, contradictorio, rebelde, aceptara esa dureza que repentinamente se le acercó poniendo límites perfectos donde ella sólo proponía difusas zonas desdibujadas por las palabras ambiguas.
Era fantástico, de tan improbable. Que la habilidad de ella fuera derrotada en su propio terreno y que él encontrara tan fácilmente las palabras justas para desnudar falacias y neutralizar evasivas.
Era increíble, de tan improbable. Que sus manos de empuñar armas y sus manos de escribir encontraran en sus cuerpos el sitio perfecto donde deslizarse y reposar.
Era sorprendente, de tan improbable. Que ni años, ni historias, ni ideas, ni prejuicios, fueran suficientes para impedirles encenderse así.
Era sorprendente, de tan improbable. Que ni años, ni historias, ni ideas, ni prejuicios, fueran suficientes para impedirles encenderse así.
Era impensable, de tan improbable. Que ellos se conocieran, que ellos se gustaran, que ellos terminaran juntos amándose así, con esa pasión y tanto deseo, tan bien, tan maravillosamente bien.
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