29 ene 2006

Sin daño

Al fin y al cabo, no nos hemos hecho promesas. Es bueno saber que todo es posible, que nada está atado a una condición preestablecida. Obliga a una entereza inusual, claro: navegar los días sin supuestas certezas, sin ilusiones que encandilan, sin alucinar futuros.
Pero da libertad, ese bien preciado pero temido, tantas veces enajenado a un precio irrisorio.
Dejame que acepte todo esto; que cada fibra de mí se impregne de esta consigna y salga a vivir como yo quiero y necesito hacerlo, con la intensidad que satisfaga mi hambre y mi sed de todo.
Dejame que tome de vos lo que me sacia, que te dé lo que te colma, y sigamos cada uno su camino con lo que nos quede de tanto amor pegado a los huesos después que el olvido los haya limpiado.
Dejame que sea tu sueño mientras vos sos el mío, hasta que nos despertemos un día lejos uno del otro, separados por distancias, tiempos, deberes.
Dejame quererte en calma y sin sobresaltos, como se quiere lo que no nos pertenece.
Dejame quererte con furia y desesperación, como se quiere lo que debería pertenecernos.

Dejame quererte, no te lastimará.