26 dic 2005

Escenas privadas

Las escenas parecen salidas de una película: cita a ciegas, messenger mediante ella y él se encuentran, se sienten levemente incómodos, ella es madura, él es muy joven. Café, conversación desfalleciente, intento de superar la incomodidad, miradas curiosas alrededor, incomodidad creciente; fracaso inminente de la cita.
Se levantan, se van del café, llegan al auto de ella y junto al cordón de la vereda él la toma por la cintura, la acerca, la tiene así unos instantes esperando a ver qué hace. Ella lo besa. Lo besa largamente, se besan con deseo, intensamente. Miradas, gente que pasa, otra vez incomodidad. Suben al auto, ella lo mira ahora, un poco más de distancia los separa y lo mira, tan joven, tan pero tan joven... Le dice: “Me parece que esto no va a funcionar, sos demasiado joven, no sé...” “¿Me rechazás?” , le dice él. Y de nuevo se le acerca, y la besa. Otra vez la intensidad, otra vez la duración, otra vez la incomodidad de las miradas ajenas. De pronto, ella percibe todo eso. No puede dejar las cosas así. Algo pasa, algo no previsto: no puede dejar de besarlo, no quiere dejar de besarlo. Sí, es demasiado joven, y ella mucho mayor, y hace infinitos años que no se sentía así cuando la besaban.
Menos de un mes después, ya se encontraron cuatro veces. Ella le dice: “Nunca nadie me hizo sentir así. Nunca. Nadie. Sabelo” Él no le cree. Pero sigue haciéndola sentir en un cielo que pocas veces se alcanza.
En diciembre, apenas dos meses los han visto juntos, con más separaciones por obligadas distancias, por trabajos, por deberes, que encuentros. Ella abre el celular, lee el mensaje: “Te quiero”, dice él.
Y ella se pregunta cómo es posible, no cree haber hecho nada para merecer esto, este regalo, esta especie de premio. Y sabe, con la certeza más absoluta, que por segunda vez en su vida está enamorada.
“Deberíamos amarnos, al menos hoy”, le escribe, y abre la puerta a toda la maravilla. También al dolor, pero ella lo sabe, no le teme. Después de conocer la anestesia, el dolor es amigo. El tiempo de vivir es uno solo, y ya decidió no renunciar a nada.