29 nov 2005

Peligroso deseo

¿Será cierto que preferís salarte las heridas con la sal de la verdad, antes que dejar que se te escurran las certezas?
Podemos ser perfectos amantes, nada más. ¿Qué otra cosa podemos prometernos, qué otro cielo podríamos alcanzar? Aunque cerráramos los ojos y negáramos lo evidente, aunque fuéramos sordos a nuestras propias voces interiores, no hay para nosotros más futuro posible que el de la pasión satisfecha y lentamente olvidada.
Pero el olvido es el destino de toda pasión, no podríamos pedir más, ni desear más, ni obtener más. Aunque quisiéramos que durara para siempre, para siempre es demasiado en todos los casos. Nunca alcanza para tanto. Ya lo entendí, ya lo viví, ya pagué mis años de tributo a la negación de esa simple verdad. Y en cambio, decir que una pasión quede satisfecha antes de agonizar, es decir mucho.
Ahora quiero saber cómo nos vamos a permitir vivir la nuestra. Cómo vamos a elegir darle la oportunidad del esplendor, la gloria de la plenitud, cómo vamos a hacer para que se apague con dignidad y belleza.
Ahora quiero tenerte cerca, estar juntos, permitirnos todo, comenzar a crear el final, porque no es cierto que así no se pueda gozar del principio. Cada final se construye de los momentos vividos, y en proporción a ellos alcanza su belleza.
Y aun así, decís que preferís saber toda la verdad...