27 oct 2006

Hilos, lazos, hilachas

Qué abandonado está esto...
Estoy muy ocupada: cambiando de trabajos, acomodando mi vida, desarrollando entrañables proyectos que empiezan a dejar de serlo, extrañando amores lejanos, disfrutando amores cercanos, viviendo.
También haciendo trámites fastidiosos, ordenando mi casa, durmiendo cuando puedo, cumpliendo insoslayables (por ahora) rutinas de supervivencia.
Escribir acá se me ha vuelto complicado, así que el aniversario del blog está pasando sin pena ni gloria, incluso para mí.
Supongo que tantos cambios personales requieren un poco de decantación, alguna maduración callada antes de poder salir en forma de palabras, antes de instalarse en el mundo como discurso.
Quién sabe, también puede ser que tenga fiaca.
Pero, para no dejar esto tan pobre, recurro al remedio del bloguero holgazán: hago un copy and past de algo que me gusta, lo dejo como bonus track de este post culposo, y no prometo nada.

El Hilo de la Fábula
J.L. Borges


El hilo que la mano de Ariadna dejó en la mano de Teseo (en la otra estaba la espada) para que éste se ahondara en el laberinto y descubriera el centro, el hombre con cabeza de toro o, como quiere Dante, el toro con cabeza de hombre, y le diera muerte y pudiera, ya ejecutada la proeza, destejer las redes de piedra y volver a ella, a su amor.
Las cosas ocurrieron así. Teseo no podía saber que del otro lado del laberinto estaba el otro laberinto, el del tiempo, y que en algún lugar prefijado estaba Medea.
El hilo se ha perdido; el laberinto se ha perdido también. Ahora ni siquiera sabemos si nos rodea un laberinto, un secreto cosmos, o un caos azaroso. Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad.

Cnossos, 1984