26 sept 2008

Historias personales

M. se separa. Un cierto día su marido arma un bolso y dice “Me voy, necesito espacio, necesito tiempo, me voy” (original, el tipo). Y se fue. Veintipico de años juntos, desde la adolescencia, dos hijos… y de golpe se convierte en un desconocido. En alguien cuyos pensamientos, cuyos sentimientos son tan ajenos como los de uno cualquiera que anda por la calle. Y ella descubre que hace muchos meses que él viene preparando esto, que mientras tanto puso la empresa como sociedad anónima para no tener que reconocerle a ella ni un pedacito, que se preparó cuidadosamente. Descubre que, casi, compartió la cama con un enemigo.
Hablo de un matrimonio con una buena relación, no de una pareja en permanente crisis ni arrasada por el desamor.
Pero ahora él hace reclamos incomprensibles: “Siempre hice lo que vos quisiste, no tomé mis propias decisiones”
Oh.

Como un adolescente que se queja con su mamá.
Y ella sospecha que tal vez él nunca dejó de ser un adolescente.
Los primeros días llora, duerme, bebe, se empastilla.
Pero sólo los primeros días. Manda un mail: “J. se fue de casa”
Y la red se pone en evidencia, una vez más. Funciona. Da apoyo, escucha, calma, ofrece puntos de vista, abrazos, hombros para llorar, comprensión. La red sostiene, no deja caer. M. va a trabajar, habla, cuenta, escucha, piensa, se adapta lentamente. Empieza a aceptar, se prepara para soltar, para dejar ir. Comienza a ver su presente no sólo como un final, sino también como un principio. Y a entender lo que significa espacio, tiempo, libertad: descubre que ella también los necesita. “Ahora puedo hacer reuniones de amigas en casa”, dice.
Le cuento a N. y se maravilla. “Yo no tengo nada parecido” –dice. Siempre lo sorprende la capacidad de las mujeres para tejer esas redes, y la forma como funcionan.

Y nosotras no podemos ni imaginar el mundo sin red. Las formamos naturalmente, casi inconscientemente, en todos lados donde estamos: trabajo, cursos, barrios, clubes… Se supone que son la causa de nuestra mayor longevidad, nada menos. Pero nosotras sabemos que además, nunca podríamos hacer todo lo que hacemos si no fuera por las redes.