25 feb 2006

Camino a casa

Maravilloso, como siempre. Perfecto, mágico. Un hermoso, largo, intenso encuentro.
Relajación.
Despegue.
Sé que me esforcé por no sonar plañidera; mi voz fue firme y clara: “Cómo te voy a extrañar cuando te vayas” , dije.
Pausa.
“¿Te estás mentalizando?”, dijo él, un instante después.
No contesté. No hablamos más por largo rato, no hubo continuación.
Tres horas después, manejando en la autopista de vuelta a casa, repaso mental de todo lo hecho, dicho, sentido, pensado (esa femenina necesidad de evocar y fijar detalles en la memoria), y recién ahí comprendí su respuesta, el sentido de su pregunta.
Tan joven, y tan sabio...
Él se está preparando para no extrañarme.
Yo, para lo contrario. Y él lo sabe. Ahora que también yo lo sé, debería ser capaz de mejorar el asunto. Predisponerse al sufrimiento evitable no parece la mejor estrategia de supervivencia.