Camino a casa
Maravilloso, como siempre. Perfecto, mágico. Un hermoso, largo, intenso encuentro.
Relajación.
Despegue.
Sé que me esforcé por no sonar plañidera; mi voz fue firme y clara: “Cómo te voy a extrañar cuando te vayas” , dije.
Pausa.
“¿Te estás mentalizando?”, dijo él, un instante después.
No contesté. No hablamos más por largo rato, no hubo continuación.
Tres horas después, manejando en la autopista de vuelta a casa, repaso mental de todo lo hecho, dicho, sentido, pensado (esa femenina necesidad de evocar y fijar detalles en la memoria), y recién ahí comprendí su respuesta, el sentido de su pregunta.
Tan joven, y tan sabio...
Él se está preparando para no extrañarme.
Yo, para lo contrario. Y él lo sabe. Ahora que también yo lo sé, debería ser capaz de mejorar el asunto. Predisponerse al sufrimiento evitable no parece la mejor estrategia de supervivencia.
Relajación.
Despegue.
Sé que me esforcé por no sonar plañidera; mi voz fue firme y clara: “Cómo te voy a extrañar cuando te vayas” , dije.
Pausa.
“¿Te estás mentalizando?”, dijo él, un instante después.
No contesté. No hablamos más por largo rato, no hubo continuación.
Tres horas después, manejando en la autopista de vuelta a casa, repaso mental de todo lo hecho, dicho, sentido, pensado (esa femenina necesidad de evocar y fijar detalles en la memoria), y recién ahí comprendí su respuesta, el sentido de su pregunta.
Tan joven, y tan sabio...
Él se está preparando para no extrañarme.
Yo, para lo contrario. Y él lo sabe. Ahora que también yo lo sé, debería ser capaz de mejorar el asunto. Predisponerse al sufrimiento evitable no parece la mejor estrategia de supervivencia.
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