26 nov 2007

Viaje


No hay paz ni tormenta, ni quietud solemne ni desvío: todo tiende hacia su nivel, busca su equilibrio y se mueve, avanza para lograrlo, cambia.

Bajo este cielo nuestros pies se mueven, sin preguntarse si hay un destino. Donde sea que vayan, recorren camino; donde sea que lleguen, no se detendrán.

Ese lecho del río casi seco donde la serpiente cruzó frente a nosotros ondulando sobre la arena, y que unas horas después fue torrente gris y avasallante.

El águila que voló y nos dio envidia, y nos vio pegados al suelo, sin aire bajo nuestras alas, sin alas. Trepando las rocas para bajar al agua.

Dos mundos, y uno solo.

Nosotros también.