31 dic 2005

Findeaño

Hay que escribir algo porque viene el fin de año. Es decir, se termina un período, qué sé yo...
Se sabe, es arbitrario, en realidad la vida es continua y no sabe de estos quiebres, todo eso, también.
Pero tenemos estos ritos, sobre estas marcas caminamos, parece que negar la tradición conlleva riesgos innecesarios; ignorar los ritos es peligrosamente temerario.
No vale la pena jugarse tanto por tan poco, ¿no?
Portémonos bien, que para transgredir tenemos cosas más interesantes.

En lo personal, fue un buen año, sí. Termina mucho mejor de lo que empezó, y no tuvo peores contratiempos que un cierto aburrimiento, un auto chocado, algún susto cardiológico de los viejos, algunos papeles perdidos, algunos trastornos menores. Nada serio, buena onda en general. Hubo cambios sustanciales en algunos aspectos, mejoras notables, un incuestionable salto cualitativo en asuntos varios. Como es obvio, no pienso entrar en detalles. A buen entendedor...
Empieza uno nuevo, pero no acostumbro a pedir nada: busco lo que necesito, encuentro lo que deseo, hago lo que quiero y mantengo en alto los propósitos para no perderlos de vista desde ningún lugar donde las circunstancias me pongan.
Lo demás, viene solo y no depende de mis deseos, así que para qué prestarle atención en momentos tan especiales.
O sea: sigamos como hasta ahora, que vamos bien.
Salud para todos.

30 dic 2005

Sobre cambios y elecciones

Hoy me contaba mi jefa, que tiene 54 años y 32 de casada (todos con el mismo tipo):

“Antes yo no iba a bailar, porque a mi marido no le gusta. Durante muchos años, no fui a bailar, por respetar sus gustos. Hasta que un día me di cuenta que me estaba privando de algo que a mí me gusta mucho, y eso no es bueno. No es bueno no hacer lo que uno tiene ganas de hacer. Entonces le dije a mi marido: Voy a empezar a hacer lo que yo quiera, aunque a vos no te guste. No es necesario que vos hagas nada que no te guste. Pero si no querés que yo haga lo que quiero, tenés que dejar de comer como una bestia todo lo que se te pone por delante. Así que elegí: la comida, o mi libertad. Desde entonces, hago siempre lo que quiero.”

Me alegré por ella, que supo darse cuenta de que algo no estaba bien y decidió cambiar a tiempo.
Me compadecí de él, que tiene un mundo tan chico y tan mezquino.
Pero lo más sorprendente, es lo que quedó entre líneas: la astucia de ella, que al elegir la moneda de cambio con él, lo enfrentó con una opción imposible, en la que siempre salía ganadora.
Y la miseria de él, que cuando creyó elegir en realidad se sometió, más que antes, peor que nunca, a sus propias compulsiones.

26 dic 2005

Escenas privadas

Las escenas parecen salidas de una película: cita a ciegas, messenger mediante ella y él se encuentran, se sienten levemente incómodos, ella es madura, él es muy joven. Café, conversación desfalleciente, intento de superar la incomodidad, miradas curiosas alrededor, incomodidad creciente; fracaso inminente de la cita.
Se levantan, se van del café, llegan al auto de ella y junto al cordón de la vereda él la toma por la cintura, la acerca, la tiene así unos instantes esperando a ver qué hace. Ella lo besa. Lo besa largamente, se besan con deseo, intensamente. Miradas, gente que pasa, otra vez incomodidad. Suben al auto, ella lo mira ahora, un poco más de distancia los separa y lo mira, tan joven, tan pero tan joven... Le dice: “Me parece que esto no va a funcionar, sos demasiado joven, no sé...” “¿Me rechazás?” , le dice él. Y de nuevo se le acerca, y la besa. Otra vez la intensidad, otra vez la duración, otra vez la incomodidad de las miradas ajenas. De pronto, ella percibe todo eso. No puede dejar las cosas así. Algo pasa, algo no previsto: no puede dejar de besarlo, no quiere dejar de besarlo. Sí, es demasiado joven, y ella mucho mayor, y hace infinitos años que no se sentía así cuando la besaban.
Menos de un mes después, ya se encontraron cuatro veces. Ella le dice: “Nunca nadie me hizo sentir así. Nunca. Nadie. Sabelo” Él no le cree. Pero sigue haciéndola sentir en un cielo que pocas veces se alcanza.
En diciembre, apenas dos meses los han visto juntos, con más separaciones por obligadas distancias, por trabajos, por deberes, que encuentros. Ella abre el celular, lee el mensaje: “Te quiero”, dice él.
Y ella se pregunta cómo es posible, no cree haber hecho nada para merecer esto, este regalo, esta especie de premio. Y sabe, con la certeza más absoluta, que por segunda vez en su vida está enamorada.
“Deberíamos amarnos, al menos hoy”, le escribe, y abre la puerta a toda la maravilla. También al dolor, pero ella lo sabe, no le teme. Después de conocer la anestesia, el dolor es amigo. El tiempo de vivir es uno solo, y ya decidió no renunciar a nada.


11 dic 2005

Tus celos

Decís que no importa, que no debo molestarme por tus celos... Que al fin y al cabo, sentís lo que sentís, sin poder evitarlo, y que entender muy bien todo lo que yo te digo no cambia nada. Siguen estando ahí.
¿Cómo explicarte que nunca, nunca me había pasado? ¿Que jamás, en media vida, alguien tuvo celos por mí, y yo no los tuve por nadie? ¿Que amo tan, pero tan lejos de la posesión que los celos me resultan casi inconcebibles?
Ah, y sin embargo no sería completamente sincera, no diría toda la verdad, no todo el discurso sería cierto.
Tal vez debería dejarme querer, posesivamente incluso, con la certeza de que los tiempos corren, los plazos se cumplen y todo pronto llegará a su fin.
¿Pero quién me garantiza que no voy a sufrir, si permito eso? ¿Cómo me aseguro de no estar de ese lado yo misma, mañana o pasado?
Nadie me lo garantiza, y por eso tengo que permitirlo. A nadie se le debe impedir sentir lo que siente, ni decirlo, ni olvidarlo, ni cambiar. Para eso estamos vivos, y así es como vale la pena.

4 dic 2005

Tan perdida

Perdidas olas,
perdidas,
sin la mirada que las hace necesarias...
Perdidas horas,
perdidas,
sin la presencia que las hace plenas.
Perdida yo,
tan perdida,
sin tu voz susurrando en mi oído dulzuras cálidas,
sin tus ojos como olas verdes en mi cara,
sin tus manos en prohibidas caricias,
sin tu boca...

Sin tu boca no hay nada.