25 feb 2006

Camino a casa

Maravilloso, como siempre. Perfecto, mágico. Un hermoso, largo, intenso encuentro.
Relajación.
Despegue.
Sé que me esforcé por no sonar plañidera; mi voz fue firme y clara: “Cómo te voy a extrañar cuando te vayas” , dije.
Pausa.
“¿Te estás mentalizando?”, dijo él, un instante después.
No contesté. No hablamos más por largo rato, no hubo continuación.
Tres horas después, manejando en la autopista de vuelta a casa, repaso mental de todo lo hecho, dicho, sentido, pensado (esa femenina necesidad de evocar y fijar detalles en la memoria), y recién ahí comprendí su respuesta, el sentido de su pregunta.
Tan joven, y tan sabio...
Él se está preparando para no extrañarme.
Yo, para lo contrario. Y él lo sabe. Ahora que también yo lo sé, debería ser capaz de mejorar el asunto. Predisponerse al sufrimiento evitable no parece la mejor estrategia de supervivencia.

22 feb 2006

Lo que hay, lo que se elige

Ciertas cosas merecen más tiempo que el que la vida les otorga. A veces hay plazos perentorios, que no dependen de la voluntad de nadie, que son imperativos por circunstancias dadas desde mucho tiempo atrás y no queda más que aceptarlos, respetarlos, asumirlos. Uno tiene cierta madurez, cierta entereza, hasta una pequeña cuota de resignación permitida casi de mala gana, y entonces se subordina a lo determinado sin ensayar rebeldías que no tienen más fruto posible que la exacerbación del dolor inevitable.
Parece que todo está claro.
“Es lo que hay”, decimos, y pretendemos que está todo bien, y seguimos adelante.
Pero en lo profundo, nos retorcemos de dolor anticipado, conocer el plazo nos tortura el alma, no hay alegría que no quede empañada por ese aliento turbio.
Y así andamos, viendo al mismo tiempo las dos caras de la vida, sabiendo que cuanto más feliz es el presente mayor será el vacío cuando se acabe, y sabiendo además: “Se terminará tal día”
Y sin embargo, el presente se impone con su fuerza, y cada día de felicidad se goza como el último, y cada instante de perfección se valoriza doblemente.
A veces parece que la peor maldición que puede sufrir el ser humano es conocer el futuro. Pero incluso para eso hay exorcismo...
Consiste, básicamente, en tener en claro que uno no elegiría perderse nada.

19 feb 2006

Perfección de la tarde

Sin ganas de escribir, domingo en la tarde, mucho sol, mucho libro, mucha nada...
Mucha vida ajena flotando en el aire.

Pájaros casi míticos sobrevolándome, dejándome su saludo misterioso y desapareciendo raudos hacia el sol.
Recuerdos tristes apenas asomados, tibios, medio borrosos.
Recuerdos fuertes y apasionados, cálidos, intensos, coloreando la tarde.
Somnolencia.
Aroma de lavandas y madreselvas y jazmines envolviendo, acariciando.
Crepúsculo tardío, cielo perfecto, abejas zumbando, brisa suave.
Todo eso, y vengo acá a la computadora, y me digo que debería escribir.
Ya está, basta por hoy. Considero que he cumplido.

11 feb 2006

Paisajismo

La época de magia en una relación no necesita palabras. Es más, las palabras no la mejoran, no la incrementan. Todo lo contrario. las palabras se necesitan cuando la magia empieza a apagarse...
Y siempre se apaga.
Más pronto, o más tarde, empezamos a trazar bordes, senderos, puentes. Cuando comenzamos a diseñar el paisaje de una relación, la domesticamos. Ya no es un terreno virgen, salvaje, inexplorado. Empezamos a podar, a plantar, a sembrar, y esperamos resultados; regamos, y queremos que crezca; encontramos malas hierbas, y sentimos que tenemos que arrancarlas. Quitamos las piedras que nos molestan. Cavamos donde queremos profundidades. Elegimos colores, alturas, texturas. Planificamos.
Y un día, más pronto o más tarde, nos damos cuenta.
Lo que valía la pena, se perdió. Lo que era especial, quedó olvidado.
Y lo que tenemos ahora, es un paisaje igual a muchos otros paisajes, más o menos a nuestro gusto, más o menos a nuestro modo, más o menos a nuestra medida.
Sin sorpresas, sin misterios, sin rincones desconocidos. Liso, suave, previsible. Transitable.
En el mejor de los casos, claro. En el peor, un horrible mamarracho sin armonía ni belleza, hostil y amargo.
Qué difícil es sostener una relación en el tiempo, sin convertirla en algo que no vale la pena...

5 feb 2006

Anorexia

He descubierto que sí hay emociones que me quitan el hambre, aparte de la angustia.
¿Alguna vez les pasó que se imaginaron una situación, le pusieron una frase, siguieron con la respuesta, y así desarrollaron todo un diálogo en el que depositaron muchas expectativas, una de esas conversaciones reveladoras y fuertes que definen y marcan una relación? ¿Vieron que uno se hace la película, pero después nada es como lo imaginó? ¿Que la situación no se da nunca, o el otro no sintoniza siquiera la onda que una tiene, o sus respuestas no son ni parecidas a la que imaginamos y la conversación entera se convierte en otra cosa, a veces simplemente en un diálogo intrascendente, otras en un pantano del que nadie sale indemne, menos que menos la relación?
Bueno, no pasó nada de eso. Él también había estudiado el guión. El diálogo fue perfecto, tan perfecto que cuando llegué a casa me puse a escribirlo para no olvidarme de nada, para poder leer entre líneas y llenar los puntos suspensivos, para poder creerlo después y no suponer que fue una alucinación.
Nada, eso.

No tuve hambre.

4 feb 2006

Apenas suficiente

Yo sé que difícilmente lo creerías. Pero entiendo. O más que entender, siento con vos. Tu frustración, tu bronca, tu malhumor resultante, tu falta de ganas de cualquier cosa...
Me ha pasado, sabés?
Me pasa, por ejemplo, cada vez que deseo estar con vos y no puedo, porque la suficiente cantidad de hechos y circunstancias más o menos banales confluyen y conspiran y concuerdan para tornarlo imposible. Esa increíble potencia del azar para construir barreras infranqueables con briznas, con astillitas de nada, con casi insignificancias nos hace sentir tan inermes, tan poca cosa, tan impotentes, que no queda otro camino que el malhumor. Hojas en la tormenta, eso somos, aunque gastamos enormes cantidades de energía en tratar de ignorarlo. Por eso nos enoja tanto que estas pequeñeces nos lo recuerden con tanta contundencia.