Alguien debería decirlo, ¿no? O tal vez ya lo han hecho, pero parece que no lo gritaron bastante fuerte. Como sea, esta “crisis energética” que los argentinos padecemos ha desnudado cosas que aisladamente pueden ser serias, pero que puestas todas juntas dan una patética imagen del país que hemos construido.
“Crisis energética”: eufemismo por insuficiente producción de energía eléctrica, insuficiente provisión de combustibles fósiles líquidos y gaseosos, estado de debilidad estructural que afecta todas las actividades del país.
El domingo pasado hubo elecciones en la ciudad de Buenos Aires. Los que tuvieron que actuar como autoridades de mesa, comentan una experiencia en común: se murieron de frío durante las aproximadamente doce horas que duró su deber cívico. Se murieron de frío en los pasillos de las escuelas públicas donde concurren los niños argentinos, donde reciben su educación formal, se socializan, y aprenden qué pueden esperar de su país (no están en edad de decidir qué quieren darle).
Los cielorrasos de varios colegios secundarios se desplomaron o estuvieron cerca de hacerlo sobre los pupitres que durante varias horas varios días a la semana ocupan niños y adolescentes argentinos.
No hay gasoil para maquinarias agrícolas, no hay electricidad para fábricas, hay que disminuir la producción, reorganizar, eventualmente despedir gente. Y los empresarios, rápidos para eso, salen enseguida a pedir al estado que les autorice o les facilite esos despidos. Es que el estado no debe ser “benefactor”, no debe dar subsidios a los desocupados porque los punteros políticos los utilizan para manipular las masas de pobres haraganes y favorecer parientes, pero debe legalizar el traslado de la carga del riesgo empresario a los trabajadores.
En las casas, el gas brinda menos calorías por unidad de volumen, o sea que pagamos lo mismo por un producto de calidad inferior. La electricidad se provee con un voltaje tan bajo que calentar un café en un microondas es una misión imposible.
Todo esto, mientras hace frío – porque es invierno, previsiblemente en el mes de julio.
Improvisación, oportunismo, falta de planificación, incompetencia, corrupción, impunidad, estupidez, maldad pura y simple, todas mezcladas.
No puedo, ni siquiera puedo intentar separar las cosas. Solía tener una aguda mirada sobre las cuestiones de la política y la economía, solía ser capaz de un análisis atinado y razonablemente profundo. Últimamente, lo único que me sale es el asco, el hartazgo, la triste sensación de que nos vamos ahogando en un montón de mierda irredimible.