25 ago 2007

La candidata


Este asunto de que haya candidatas a la presidencia de la República tiene unas cuantas aristas interesantes. Es obvio que el derecho de las ciudadanas a serlo está fuera de discusión, así como también que la cuestión configura tendencia acá y en muchos países del mundo. Está bien que se le dé importancia como reivindicación de género, en tanto sintomático de un cambio general y profundo en la sociedad; pero francamente, dudo que el hecho en sí mismo de que una mujer acceda a la presidencia de un país cambie nada respecto de lo que ocurriría si en su lugar estuviera un hombre. El poder tiene su propia lógica, y las características de género carecen de fuerza suficiente para prevalecer. Entiendo que esto precisamente dijo Saramago cuando expresó que Hay tres sexos: femenino, masculino y el poder”. Fue malinterpretado, por supuesto, pero no sorprende que tanta gente no lea lo que se dice realmente sino lo que se le antoja suponer.

Una de las aristas más irritantes es que se ha puesto de nuevo sobre el tapete la banal discusión: ¿presidente o presidenta? Discusión que, por otra parte, sólo parece surgir cuando hay mujeres que pretenden ocupar la presidencia de la República. Hay infinidad de presidencias ejercidas por mujeres en la vida civil. Hace unos años yo misma fui presidente de una sociedad científica, por ejemplo. Hay mujeres presidentes de directorios, de asociaciones sin fines de lucro, de ONGs, de cooperadoras escolares… Pero la discusión se instaló recién cuando María Estela Martínez ocupó la presidencia del país. Ni siquiera recuerdo que haya habido mucho meneo del asunto mientras fue vicepresidente (supongo que a los vicepresidentes no les da bola nadie).

Bastaría con consultar el diccionario de la RAE para despejar dudas: los términos derivados de los participios activos, terminados en –ente, son comunes en cuanto a género. Se aplican a ambos sexos por igual, sin desmedro de ninguno, porque se refieren más bien a la acción o actividad desarrollada, no al que la realiza. La única excepción que puedo recordar, y que parece más bien peyorativa y desvalorizante, es “sirvienta”. En el resto de los casos, se utilizan constantemente las formas comunes, sin que a nadie se le ocurra hacer reclamo alguno. Vayan a modo de ejemplo: caminante, oyente, cantante, estudiante, etc.

El discurso suele camuflar prejuicios y delatar traiciones, y parece que tanto énfasis puesto en cambiar una “e” por una “a” reflejara desconfianza respecto del derecho a presidir de las ciudadanas, pero denota además ignorancia. Esta manía de llevar las cuestiones de género más allá de su límite es fastidiosa, cuando no estúpida, aunque su insistencia en aparecer no sea de ningún modo inocente.

Y esto me lleva inevitablemente a considerar que cuando una candidata a presidente se anota en ese afán pseudo reivindicatorio no hace sino reafirmar su frivolidad e ignorancia. Esto es lo obvio. Lo menos obvio, y eso es lo fascinante de leer entre líneas y por debajo del texto, es que ella sabe que su derecho a estar allí es cuestionable, pero no por género, y haciendo hincapié solamente en una letra logra materializar la estrategia del tero, tan cara a los políticos: llama la atención en un lugar, para que no se mire en donde realmente importa mirar.

13 ago 2007

Tan vacío


Y perdido por perdido… caminamos así, sin destino, sin lugar al que llegar, sin hogar donde retornar. Caminamos sonámbulos, comatosos, alucinados, caminamos ilusionados y temblorosos, arropados por el engaño o desnudados por el miedo. Perdido por perdido, caminamos. Hacia el final común, hacia el punto muerto de la muerte, caminamos. Ningún nirvana nos alivia, ninguna piedad nos calma, ninguna victoria es suficiente. Caminamos, juntos o solos, abismados o iluminados, en el filo o en el medio, violentos y enojados o confundidos y calmos.

Podríamos navegar, pero para eso hace falta una nave, un puerto donde nos esperen, una carga valiosa que llevar. Así que, perdido por perdido, a la deriva y sin tesoro, caminamos. Donde nuestros pies puedan llevarnos: tan cerca, oh sí, tan cerca, tan pobremente cerca. Tan bajo, tan poco, tan vacío…